La novia del torero
Eduardo Bechara Navratilova
Editorial La Serpiente Emplumada, 2002
“Camila, Camila,
Camila. Desecha o maltrecha,
malherida o
sinfonía; cual era la diferencia
si aún respiraba
y tenía oídos y boca y
podía besar y
escuchar, tenía orejas y
nariz y podía
escuchar y respirar.”
Son varios los ejes temáticos desde donde es posible
abordar la primera novela publicada de Eduardo Bechara. La novia del torero
puede ser abordada desde la necesidad de contrucción de la cotidianidad y ese
será mi punto de partida. La novela narra un segmento de la vida de Camila,
jóven bogotana que busca construir una cotidianidad que ha sido trasvasada por
una violación en sus años universitarios.
La novela está ambientada en la Bogotá contemporanea a la
que el narrador llama “el gigante herido”. La ciudad contiene espacios reales y
espacios ficcionales que se entremezclan para generar los diferentes lugares
donde se lleva a cabo la acción de la novela. Dentro de los espacios
ficcionales vale la pena resaltar la extensa red de metro por la que el lector
pasea por diferentes espacios reales como la Universidad Javeriana. Este
espacio real acompaña al espacio imaginario: la estación del metro donde se
lleva a cabo la violación de Camila. El metro de Bogotá juega un papel
importante en la novela. Si bien Camila prefiere caminar por la ciudad en el
tiempo presente, en las narraciones cuya acción se realiza en el pasado, ella
tomaba el metro cotidianamente. Después de la violación, el metro aparece como
una cotidianidad casi abandonada por Camila.
La novela aborda el tema de la violencia desde la narración
principal y a través de metanarrativas utilizando, desde mi perspectiva, una
renovación de la técnica de los papeles encontrados. Bechara utiliza el correo
electrónico como medio para introducir en su novela dos cortas narraciones, las
cuales son atribuidas a dos escritores a los que, perdidos en medio de la
ficción, es imposible atribuir su autoría. Estas metanarraciones tocan de forma
oblicua la trama principal, pero abordan dos temas importantes dentro de la
novela: lo corpóreo y la ciudad.
La violación a
la que es expuesta Camila, la protagonista, es el catalizador de toda la
novela. De allí se desprende una intensa búsqueda de apropiación de un cuerpo
que ha sido arrebatado. De esta forma, La novia del torero plantea una
búsqueda de identidad basada en la pérdida del cuerpo violentado de Camila. La
novela se aproxima una y otra vez al tema del cuerpo a través de episodios
donde el narrador omnisciente cuenta los momentos en que Camila toma un baño,
se masturba o recuerda la violación. El contenido sexual de la novela es
explícito y su función radica en patentar la importancia de recuperar la
propiedad del cuerpo de una mujer.
No es la
primera vez que vemos como un autor fusiona lo corpóreo con la ciudad. Marta
Traba tambien planteó este mismo paralelismo en su novela Conversación al
sur, desde la perspectiva de una nación bajo el régimen del terror de la
dictadura. Las circunstancias sociales son claramente diferentes, pero la
exposición del cuerpo no es tan disimil. Vemos la importancia que la narración
le da a la ciudad en las constantes alusiones a lugares reales de Bogotá y en
la medida en que la ciudad va tomando el carácter de personaje que se moldea de
acuerdo con los cambios emocionales por los que pasa Camila. Además no es
fortuito que el narrador pasee al lector por diferentes sectores de Bogotá y
una de las metanarraciones plantee el problema burocrático de la capital
colombiana.
Al torero sólo se le conoce a través de los diálogos internos de
Camila. Su función es secundaria, aunque para la protagonista él representa el
motor que le brinda cinética a su vida. Es por medio del torero que Camila
logra vencer, en un primer momento, al demonio de la violación. Los diálogos
internos de Camila develan la relación amorosa que se mantenía entre ella y el
torero, antes de que él se fuera a España.
Una
función formal importante ligada al torero encuentra su génesis en el primer
escrito que él le da a Camila “[d]e tus ojos al mundo, el espíritu de los
pájaros y la fuerza del viento, como si la naturaleza fuera única y dinámica”
(Bechara 12). De esta frase se desprenden infinidad de frases de igual
tipología. Todas ellas imprimen un carácter poético a la narración y, conforme
avanza la novela, se verá un bellísimo proceso formal de convergencia que
finaliza en el poema que la propia Camila le escribe al torero proclamando su
libertad. Estas frases que aluden a un origen y a un destino, se encuentran
distribuidas a lo largo de la narración, comenzando en pequeñas dósis que irán
incrementado. La repetición de este tipo de frases, herméticas semánticamente,
constituyen el principio construtivo formal anafórico de la novela. La anáfora,
tan utilizada en el lenguaje poético, encuentra un espacio en medio de la prosa
en La novia del torero. De este proceso surge entonces la combinación de
varios tipos de lenguaje, cada uno en un contexto específico. El lenguaje
coloquial se evidencia en los diálogos entre Camila y varios de sus amigos. Por
otra parte, el lenguaje poético aparece en el fluir de la conciencia de Camila
y en ciertas descripciones del narrador.
Todo lo anteriormente mencionado hace que La novia del torero,
a nivel formal, sea una propuesta novedosa en tanto que dentro de las técnicas
narrativas ordinarias, como el uso de un narrador omnisciente, aparezcan
destellos poco ortodoxos como las metanarraciones, las repeticiones y el fluir
de la conciencia. A nivel de contenido, la novela plantea una propuesta muy
interesante ligada a la metáfora de la mantis religiosa. Camila enfrenta a sus
demonios buscando al violador para tomar propiedad de su cuerpo y dejar fluir
sus más primitivos instintos. Esta vez es la mujer quien está violentando la
sexualidad de un hombre y a pesar de que ambos terminan por disfrutar el
encuentro, la importancia de este acto encuentra su génesis en la experiencia
de placer propio por parte de Camila, destruyendo así la enajenación a la que
fue expuesto su cuerpo.
Publicado en la revista "Número", segundo semestre 2002.
Publicado en la revista "Número", segundo semestre 2002.
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